viernes, marzo 23, 2007

Capítulo XIII

“De cómo Grandgousier conoció el prodigioso ingenio de Gargantúa por haber inventado éste un limpiaculos”

Hacia finales del quinto año, Grandgousier, de vuelta de la derrota de los canarienses, visitó a su hijo Gargantúa. Allí se alegró tanto como correspondía a un padre que tenía tal hijo, y, abrazándole y besándole, le interrogó de diversas maneras sobre cosas pueriles. Bebió mucho con él y sus ayas, a las cuales preguntaba con interés, entre otras cosas, si le habían llevado siempre limpio. A lo que Gargantúa respondió que él había tomado tales disposiciones, que no existía en el país muchacho más limpio que él.

–¿Cómo ha sido eso?

–He inventado –respondió Gargantúa–, tras larga y curiosa experiencia, un medio de limpiarme el culo, el más regio, más señorial, más excelente, más convincente que jamás se haya visto.

–¿Cuál?– quiso saber Grandgousier.

–Os lo voy a contar ahora –repuso Gargantúa–. Me limpié una vez con un paño de terciopelo de una doncella noble con el que se tapaba la nariz y la parte inferior de la cara y me agradó, porque la suavidad de la seda me daba mucho gusto en el ano. Otra vez lo hice con una caperuza y me sucedió lo mismo. Otra, con una pechera. Otra, con unas orejeras de raso carmesí; pero la dureza de un montón de pelotillas de mierda que allí había me desolló todo el trasero. ¡Que el fuego de San Antonio queme la morcilla cular del orfebre que las hizo y de la doncella que las llevaba! Se me pasó ese mal limpiándome con un gorro de paje adornado con plumas a la manera suiza.

“Después, al cagar detrás de un zarzal, encontré un gato nacido en el mes de marzo, y me limpié con él; pero sus uñas me ulceraron todo el perineo. De esto me curé al día siguiente limpiándome con los guantes de mi madre, que olían a sexo de mujer.

“Después me limpié con salvia, hinojo, aneto, mejorana, rosas, hoja de curga, col, acelga, parra, malvavisco, verdasco (que es la escarlata del culo), gordolobo, lechuga y espinaca –todo lo cual me produjo mucho efecto–, mercurial, persicaria, ortiga, consuelda; pero tuve disentería, de la que me curé limpiándome con mi bragueta.



fragmento.

En F. Rabelais GARGANTÚA Y PANTAGRUEL, Barcelona, Ediciones Orbis, 1986, pp. 54–58. Publicado originalmente circa 1532.