me gustaría al menos poder poner la cara distendida de esa mujer que explica por qué la sociedad es una bosta y cómo el mundo se está yendo al carajo, en the story of stuff. pero ni siquiera. llevo días meada por los elefantes, como dice el refrán popular. de la changa que agarré - para pagar a la masajista, fijate vos el círculo: trabajo mucho, necesito masajista, necesito otro trabajo- me avisan ayer que falta una segunda parte. no me la enviaron, no sabía. estaba como parte 2, para mañana puede ser?. ayer un día de trabajo sin pausa. llego a casa a las 9. mínimos enseres domésticos. improviso una cena para dos que resultó para uno. me invitan a cierto lugar y no, no puedo, tengo trabajo. trabajo post trabajo. y aqui viene: enciendo la máquina y nada. no arranca. segundo intento. tampoco. desespero. llamado casi histérico. me dictan instrucciones. acato pero tampoco. nada. (ayer estuvo el técnico, cosa de mandinga). maldigo. mi máquina, que sí funciona, no está online. por qué carajo aplazo lo importante y no garantizo que se conecte el router, eh, decime. (ah, cierto, no tengo tiempo). corto el tel. por favor no vengas, es peor, via sms. lloro un poco mi relación fatídica con la tecnología. me baño. intento dormir, no puedo. y en algún punto puedo. la noche alterna el sueño y distintos momentos en que me despierto para corroborar que no me dormí y que son las 4.30, las 5.30; el sueño y la moto que sale del garage infernal ubicado estratégicamente enfrente del dormitorio y que, en el supuesto silencio de la noche, amplifica su sonoridad. (silencio, puf. silencio es el de los esteros del iberá).
hoy, 7 , arriba. apenas amago a tomar un jugo y gotas. corro a resguardar la única ropa limpia y seca de nuestro mes tropical. salgo. a media cuadra veo pasar el colectivo que debería llevarme a una pc conectada. trato de no maldecir - resulta que ni desahogarme puedo - un poco para no seguir contaminando el universo y otro poco bajo amenaza (todo vuelve, todo vuelve).
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