¿Cuánto de oficinista y cuánto de ese compañero que escribe tenés?
–He sido los dos. Trabajé como creativo publicitario, pero era oficinista: un tipo que tiene que fichar, cumplir un horario. El trabajo en el sistema capitalista te sodomiza: eso de “el jefe te cogió”. El sistema siempre te coge, que es la fantasía que tiene el protagonista. Por otro lado me ha pasado que trabajando ahí, muchos años, mientras soñaba y anhelaba ser escritor, robaba tiempo a las campañas para poder escribir algún relato, trabajar una novela de costado. Yo creo que el sistema te impulsa a ser traidor. En una oficina, por otro lado, se generan relaciones casi de jaula de zoo: ahí se coge, se traiciona, se trepa; puede haber gestos solidarios, pero son los menos. Y esto responde a una lógica de comportamiento de clase media, la más suicida y autodestructiva de las clases. Que además se traiciona a sí misma todo el tiempo: en vez de pensar una estrategia de cambios en términos de justicia, la piensa en términos de resentimiento, de encono. Me da asco esa clase: la conozco, pertenezco a ella, aunque pueda estar corrido como escritor o intelectual. Y es paradójico pensar que serán de clase media quienes compren mis libros: ¿quién, si no, podrá pagar 60 pesos?
el ganador
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