lunes, junio 22, 2009

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Abrevio un poco. Pasamos a Corrientes, y de allí, en barco a Posadas. Un viaje maravilloso por el Alto Paraná. Ya casi no teníamos dinero; viajamos en la proa y dormimos en cubierta, bajo unas lonas duras, admirables; y con un cielo fosforescente que no tenían los viajeros de primera clase...

En Posadas -ciudad sin personalidad, semialemana- dimos el último salto: a la sierra misionera. Allá, perdidos en una bravía soledad verde, vivimos 20 días en un bungalow perfecto. Nos bañábamos en una piscina natural de piedra; el agua brota de las rocas, helada y sabrosa. Cazábamos para comer (¡en serio!) y abríamos "picadas" en la selva más salvaje que haya yo sospechado, una selva sombría, en la que vuelan lentamente mariposas de grandes alas azules; en la que todo movimiento en el suelo puede preludiar la mordedura de la "yarará"; en la que pájaros extraños construyen una música virgen.

Fue un paraíso -sin otro pecado que el de mezclar nuestra civilización a la ingenuidad de la naturaleza- fue una isla de paz, sin guerra, sin tangos, sin Aldous Huxley, sin discusiones estéticas.



Julio Cortázar
carta a Mercedes Arias
Chivilcoy, 1 de junio de 1941.

en Cartas I.

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