Hasta ahora venía envidiando esas imágenes de bibliotecas serenas, oscuras, de paredes tapizadas de libros, donde está todo. Eso que es para mi la vívida imagen donde transcurre Continuidad de los parques.
Y venía envidiando porque en mi casa la biblioteca no fue nunca ni grande ni importante. El otro día, sin embargo, me reconcilié súbitamente con ese imposibilitado recuerdo de biblioteca: en mi casa, no se bien por qué, escuchamos mucho tiempo Pro Musica de Rosario y Les Luthiers. Mezcla, ya se. Pero yo entonces era una niña y mis papás no discriminaban edades, con lo que ligué todo ese regalo sin entender nada (que quizás sea la mejor forma de recibir regalos de la percepción).
Tantos años después, cuando no estoy más en casa, me despierto una mañana cantando el joropo Cándida María. Y empiezo a entender algo.
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