El domingo fuimos con Irene a ver Espía a una mujer que se mata, de Daniel Veronese (dice el autor: La obra siempre fue pensada como una versión de la obra de Chejov, pero como está bastante modificado pensé en llamarla de otro modo. Hay una frase que me acompaña desde hace tiempo que me resulta muy chejoviana: un hombre que se ahoga espía a una mujer que se mata. La primera mitad de esta frase me sirvió para titular la versión de Las tres hermanas y la segunda, pensé en usarla para ésta - Tío Vania).
Además del texto - y de la combinación, al menos lo que descubrí, de Genet y Stanislavsky- que es fuerte, denso y los diálogos son bellos (y esto se contrapone con la furia que se desencadena: furia que aniquila el remanso bucólico) impresiona un poco que la acción se de en un espacio tan pequeño (7 actores y 3 sillas en ese recoveco!) y deteriorado. Los personajes parecen contemporáneos y resulta asimismo verosímil. La casa de campo de Vania es el epicentro de los roces de una familia desvencijada económica y moralmente. Una sensación atraviesa la obra: el deseo de ser feliz y la realidad que demuestra que tal cosa es imposible.
Osmar Núñez (Tío Vania): no te tenía de ningún lado y tu trabajo me pareció formidable.
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